En los ojos se abren
infinitos senderos.
Son de encrucijadas
de la sombra.
La muerte llega siempre
de esos campos ocultos.
(jardinera que troncha
las flores de las lagrimas.)
Las pupilas no tienen
horizontes.
Nos perdemos en ellas
como en la selva virgen.
Al castillo de iras y no
volverás
se va por el camino que
comienza el iris.
¡Muchacho sin amor,
Dios te libre de la
yedra roja¡
Guárdate del viajero,
elenita que bordas corbatas.