Poemas La Galana de José María Gabriel y Galán

I

¡Pobrecita madre!
¡Se murió solita!
Cuando vino el cabrero a la choza
con la cabra «Galana» parida
y el trémulo chivo
sin lamer ni atetar todavía,
vio a la madre muerta
y a la niña viva.
Sobre un borriquillo,
sobre una angarilla
de las del aprisco,
se llevaron la muerta querida
y él se quedó solo,
solo con la niña...
La envolvió torpemente en pañales
de dura sedija,
y amoroso la puso a la teta
de la cabra «Galana» parida...
-¡«Galana», «Galana»!
¡Tate bien quietita!...
¡Tate asín, que pueda
mamar la mi niña!»
Y la cabra balaba celosa,
por la fiebre materna encendida,
y poquito a poquito, la teta
fue chupando la débil niñita...
¡Pobre cabritillo!
¡Corta fue tu vida!

II

Solita en el chozo
se queda la niña
mientras lleva el pastor las ovejas
a pacer por aquellas umbrías.
Cerca del chocillo
pace la cabrita,
nerviosa, impaciente,
con susto, con prisa,
y si el viento le hiere el oído
con rumores de llanto de niña,
corre al chozo balando amorosa,
se encarama en la pobre tarima,
se espatarra temblando de amores,
se derringa balando caricias
y le mete a la niña en la boca
la tetaza henchida
que derrama en ella
dulce leche tibia...
¡Qué lechera y qué amante la cabra!
¡Qué robusta y qué santa la niña!

III

¿Serían los lobos?
¿Algún hombre perverso sería?
Una tarde la cabra «Galana»,
la amante nodriza,
se arrastraba a la puerta del chozo
mortalmente herida.
Allá adentro sonaron sollozos,
sollozos de niña,
y un horrible temblor convulsivo
agitó a la expirante cabrita,
que luchó por alzarse del suelo
con esfuerzo de angustia infinita.
Y en un último intento supremo
de sublime materna energía,
que arrancó dolorosos acentos
de la cencerrilla,
y en un largo balido amoroso...
¡se le fue la vida!...

IV

Ni leche de ovejas
ni dulces papillas,
ni mimos, ni besos...
¡Se murió la niña!
¡Esta vez quedó el crimen impune!
¡Esta vez no brilló la justicia!