Cuando llega el domingo, en la mañana,
ensillo el potro rucio de mas brío;
cojo un gallo, concierto un desafió
y marcho a la gallera mas cercana.
Cruzo, haciendo disparos, la sabana;
me detengo en algún otro bohio,
y dando vivas al caudillo mio
me tomo cuatro veces la mañana.
Dos cosas me subyugan; la morena
con que paso la noches en la plena
y hace que el alma de entusiasmo vibre,
y la voz, legendaria y palpitante,
que responde al ¿quien vive? interrogante,
llena de fe: ¡dominicano libre¡