Quisiera con mi lira decirte cosas bellas,
sencillas y profunda, pero del corazón,
que al oírlas, mi viejo, te me llenes de orgullo
aunque lloren tus ojos de sincera emoción.
De ti aprendió mi alma a buscar lo sublime,
a luchar en la vida en pos de un ideal,
y también me enseñaste a reír en la angustia,
a olvidar los rencores y a ser siempre leal.
Hoy que la nieves del tiempo se anidan en tu cienes
y tu cuerpo cansado tiene lento el andar,
aquí tienes mis hombros, yo cargo tus pesares...
y descansa, mi viejos, de ese eterno luchar!