Solo quedan tres kilómetros para llegar a San Antón, el pueblo
donde nací.No vuelvo, no tengo sensación de regreso,
quizás si fuera un valeroso salmón podría entender qué
extraña fuerza me ha encaminado hasta aquí.
Lo recuerdo sucio pero vivo, respetuoso pero alegre.
También recuerdo la frase que todos lanzaban, como se
lanza una piedrecilla a la ventana de un amor, firme y
con todo el cariño: quien nace en San Antón, muere en San Antón.
Yo no quiero morir aquí, no tengo intención de acabar
bajo esta tierra agotada que ni árbol amamanta. Jamás
vi distraerse a ninguna cigüeña, de paso en los largos y
fríos inviernos de camino al Sur, con este ocre páramo yermo.
Solo tengo la esperanza de poder descubrir los ojos
del cobarde que se llevó a mi hermanito menor,
aquel día calcado de calor y ocre, arrebatándonoslo,
casi lo único puro, de nuestras resecas manos.
Hoy le entregarán los huesos a Madre; los huesos de su niño
de treinta y seis años de llantos. Espero no morir con la duda
y despojar a éste pueblo otro de sus secretos.
Solo quedan minutos para llegar a San Antón,
y ya tengo ganas de huir… de nuevo.