Poema de Salome Ureña de Henriquez Ruinas.

Memoria veneradas de otros días, 
soberbios monumentos, 
del pasado esplendor reliquias frías, 
donde el arte vertió sus fantasías, 
donde el alma expreso sus pensamiento:  

Al veros ay¡ con rapidez que pasma 
por la angustiada mente 
que sueña con la gloria y se entusiasma, 
discurre como aligero fantasma 
la bella historia de otra edad luciente. 

¡Oh, quisqueya¡ Las ciencias agrupadas 
te alzaron  en sus hombros 
del mundo a las atónitas miradas; 
y hoy nos cuenta tus glorias olvidadas 
la brisa que solloza en tus escombros. 

Ayer, cuando las artes florecientes 
su imperios aquí  fijaron, 
y creaciones tuviste eminentes,  
fuiste pasmo y asombro de la gentes, 
y la Atenas  moderna te llamaron. 

Águila audaz  que rápida tendiste 
tus alas al vacío 
y por sobre las nubes te meciste: 
¿por que te miro desolada y triste ?
¿do esta de tu grandeza el poderío ? 

Vinieron años de amarguras tantas, 
de tanta servidumbre, 
que hoy esa historia al recordar  te espantas, 
porque inerme, de un dueño  ante las plantas, 
humillada te vio la muchedumbre.   

Y las artes entonces, inactivas, 
murieron en tu suelo,  
se abatieron tus cúpulas  altivas, 
y las ciencia te dieron, fugitivas, 
a otra regiones, con dolor, su vuelo. 

¡Oh,  mi Antilla  infeliz que el alma adora¡ 
Doquiera que la vista 
ávida    gira en su entusiasmo ahora, 
una ruina denuncia acusadora 
las muertas glorias  de tu genio artista . 

¡Patria desventurada¡ ¿Que anatema 
cubre sobre tu frente ?
Levanta ya de tu indolencia extrema: 
la hora sonó de redención suprema 
y ¡ay, si desmaya en la lid presente¡  

Pero vano temor: ya decidida 
hacia el futuro avanza; 
ya del sueño despiertas a la vida, 
y a la gloria te vas engrandecida 
en alas de risueñas esperanzas. 

Lucha, insiste, tus títulos reclama; 
que el fuego de tu zona 
preste a tu genio su potente llama, 
 y entre el aplauso que te de la fama 
vuelve  a ceñirte  la triunfal corona. 

Que mientra sueño para ti una palma, 
y al porvenir caminas, no 
mas se oprimirá de angustia el alma  
cuando contemple en la callada calma 
la majestad  solemne de tus ruinas.